Cuando hablamos de la edad de un vino, en general, nos referimos al tiempo de envejecimiento tanto en barrica como en botella, sin embargo, la edad de un vino es mucho más.
¿LA EDAD DE UN VINO IMPORTA?
Siempre se ha dicho que la edad es un grado y el vino no iba a ser menos, pero… ¿sabes realmente cuáles son los factores que marcan la edad de un vino? ¡Te los contamos!
FACTORES QUE INFLUYEN EN LA EDAD DE UN VINO:
1. EDAD DEL VIÑEDO
Se necesitan entre 3 y 4 años para que las cepas den las primeras uvas, sin embargo, los grandes vinos se obtienen con cepas de entre 20-40 años adelante, como nuestro Monte Real Gran Crianza.
La calidad de las uvas aumenta con la edad de la cepa, aunque son muchos los viticultores que consideran que las cepas jóvenes ofrecen buena producción para vinos de expresión primaria y varietal, mientras que con el tiempo comienzan a sumar el componente del terroir a su expresión y, por tanto, complejidad y estilo. Es por esto que contar con un viejo viñedo, no solo aporta calidad a tus vinos, sino también identidad.
También existen técnicos de la viña que defienden que la calidad depende de un viñedo bien cuidado, con un adecuado sistema de conducción, podas, etc., independientemente de si las viñas son viejas o no.
Pero si hay algo que tenemos claro, es que, con la edad, la viña se vuelve más sabia: se adapta mejor al suelo, al clima y en general al terroir. Así, aunque pasado el tiempo la planta comienza a producir menos lo hace de mejor manera, las uvas son de mejor calidad, con un mosto más concentrado y sus vinos tienen más potencial.
Y bien, ahora que tenemos claro que la edad del viñedo es uno de los factores que marcan la edad de un vino, la pregunta del millón: ¿Cómo se sabe la edad de un viñedo?
Pues la realidad es que es bastante relativa, dependerá de las condiciones particulares de cada viñedo: fertilidad del terreno, microclima, sistema de conducción, manejo del viticultor, etc. Se suele hablar de edad media, estableciendo una horquilla de más o menos 5 años.
2. TIEMPO DE CRIANZA
Llamamos crianza de un vino al proceso de envejecimiento que modifica y mejora los caracteres organolépticos del vino. En la crianza tradicional, el vino permanece en barricas de roble y se complementa con un periodo de reposo en botella. Sin embargo, no todos los vinos sirven para la crianza, habitualmente se crían aquellos que tienen suficiente cantidad de taninos, acidez, cuerpo, grado alcohólico y poca tendencia a la oxidación, como nuestro Puerta Vieja, un tempranillo riojano criado en barricas de Roble, al menos, 12 meses.
Lejos de lo que muchas personas piensan, la crianza no es exclusiva de los vinos tintos. Los blancos con crianza, al no ser sometidos a maceración se ven muy afectados por la oxidación, por lo que es preferible que fermenten directamente en barrica y se críen en ella tras la fermentación. En cuanto a los vinos espumosos, se someten a un tipo de crianza denominada biológica. Estos son vinos que basan su calidad en su crianza en la botella.
Como hemos comentado, existen varios tipos de crianza y, a continuación, vamos a explicarlos:
- Crianza oxidativa: estos vinos suelen ser envejecidos en envases de madera de diversa capacidad.
- Crianza reductora: se envejecen en el ambiente reductor de la botella.
- Crianza biológica: se realiza en vinos criados en barrica o botella, que deben sus rasgos sensoriales a la autolisis de levaduras en la botella o a su permanencia bajo un velo de levaduras.
- Crianza mixta: se aplica a los tintos principalmente, a los cuales se somete a una primera etapa de ligera oxidación en barrica, que les cederá elementos de la madera. Luego se redondean en una etapa posterior y más larga de evolución en el ambiente reductor de la botella.
Ahora bien, los vinos, ya sean blancos, tintos o rosados, reciben diferentes denominaciones en función de su envejecimiento y el tiempo que han estado almacenados en barricas y en botella.
Con esta clasificación propia de España cada denominación de origen elabora vinos que pueden ser: jóvenes, crianzas, reservas o grandes reservas. Si quieres saber cuáles son las principales diferencias entre estos tipos de vino, te las contamos en otro del post de nuestro Blog.
El tiempo que deben permanecer los vinos en barrica variará según la denominación de origen. Por ejemplo, La Rioja o Ribera del Duero establecen un tiempo mínimo de crianza en barrica de 12 meses para los tintos, sin embargo, la Denominación de Origen Rueda reduce este tiempo a los 6 meses.
3. TIEMPO DE GUARDA Y CONSERVACIÓN
Como ya hemos comentado anteriormente, el vino no sólo evoluciona en barrica, sino también en la propia botella. Los vinos de guarda, en general grandes vinos, están pensados para ser consumidos a largo plazo. Por eso insistimos en que el vino tiene que seguir su proceso de crianza y cumplir unas normas de conservación. Para saber cuál es el mejor lugar para conservar bien tus vinos, pincha aquí.
La curva de calidad del vino
La crianza en botella se desarrolla según una curva de calidad, con forma de campaña invertida, en la que pasa por una primera fase de evolución en la que el vino se adapta y se estabiliza progresivamente, llegando a un máximo denominado fase de plenitud, en la que se produce el momento óptimo de consumo del vino y acaba con una última fase de declive en la que el vino empieza a perder su equilibrio.
La duración de esta curva depende del tipo de vino y de las características de su añada, pudiendo superar los 40 años en algunos vinos mientras que en otros este periodo puede ser de tan sólo unos meses.
Por último y a modo de resumen, podemos decir que la edad del vino sí es importante. Debes fijarte en la edad media del viñedo con la que se ha elaborado un vino y, por otro lado, revisar la añada antes de compararlo te ayudará a saber la vida de esa botella y en qué momento de consumo se encuentra.